viernes, 20 de junio de 2008

Tal como somos, siempre seremos

Tal como somos, siempre seremos

Que difícil tener una lectura del fenómeno de la emigración. Y menos posible en una situación de crisis universal de alimentos, como parece ser la que se evidencia en las informaciones mediáticas y las urgencias de los regímenes para afrontarla.
No pienso referirme a las acciones urgentes para el sector agrícola que propone el socialista del Siglo XXI, con tantas invocaciones a “sí, me hago entender”, que solo evidencian que ni él mismo, como el economista que ha demostrado ser, las entiende del todo; sino hablar de la situación de desasosiego que enfrentan miles de emigrantes ecuatorianos y americanos en Europa.
El plan de retorno a casa, con incentivos económicos y capacitación pudo haber resultado tentador hace casi una década, cuando los emigrantes, quizá, sentían todavía nostalgia por su terruño y no habían echado raíces en suelo europeo: trabajos ocasionales, educación de sus hijos, garantías de cuidados de protección de salud y un lugar en donde dormir. Hoy, cuando ha transcurrido una década y los emigrantes de 20 años ya han cumplido 30 y otros han conseguido juntar a su familia en esos sitios de destino; los planes de retorno resultan una amenaza.
¿Por qué antes no se hicieron estos anuncios en la Comunidad Europea, y esperaron una situación de crisis? Es la lógica pregunta, que se formula Beatriz Rivera, en su espacio de desahogo mental, en el sitio Tal como somos, http://talcomosomosonline.blogspot.com/ y tiene sus razones para dudar de las intenciones de la Comunidad que la acoje desde hace varios años y sospecha de que las presiones vienen para decir a los inmigrantes “ya no los necesitamos, ya no nos son útiles”.
El blog mundotoon de El Mundo http://www.elmundo.es/especiales/mundotoons/ ironiza, y con razón, el plan de retorno como un plan de vacaciones turísticas de gastos pagados y de porvida a los encantadores parajes y escenarios naturales de los países de origen.
Pero como bien anota Beatriz, esos países ni están en condiciones para invitar de vacaciones a sus millones de emigrantes ni tienen capacidad para acogerlos de regreso. Además, todos esos países han fijado sus expectativas fiscales en el dinero que envían los emigrantes, en sacrificio de sus vidas, a sus familias. Regresar, en esas condiciones, nadie se va a plantear sin la ayuda que se han ideado los parlamentos europeos, en una disimulada manera de decirles: Ya no los queremos más aquí, ¡marchaos!