lunes, 15 de diciembre de 2008

Es la política la que está de luto

Es la política la que está de luto

El dueño del país a muerto y la política se ha vestido de luto.
El primero en representar el duelo ha sido el gobierno, que tras la cadena del pasado sábado dio un giro a la actitud mantenida durante más de dos años. Rafael Correa suavizó su lenguaje, cosa inusual en él, para hablar de León Febres Cordero como el político, al que ha definido como frontal.
Un día antes, del sábado la madre de Rafael Correa y su hijo Fabricio visitaron la clínica en la que no convalecía Febres Cordero, como su sobrino médico aseguraba a los medios en los últimos días, sino que agonizaba.
Se moría el “Dueño del País”, y eso lo sabían sus próximos y con ellos los políticos, todos, incluido un mandatario que en su ya larga campaña de imagen, si algo ha aprendido es a moderar su lenguaje y a adaptarlo para cada ocasión, y esta, claro, así lo exige: las condiciones políticas en el país no están para aventurarse con la apertura de nuevos frentes de oposición y menos en Guayaquil; en donde la corriente socialcristiana, finalmente se fortaleció en el último proceso electoral y, quien sabe, se volverá invencible en las elecciones de abril. Eso lo saben muy bien quienes asesoran al régimen, en eso se llama cálculos políticos.
“Nada es gratuito en política ni son ingenuos sus movimientos”, repetía mi profesor de Ciencias Políticas para advertir que absolutamente todas son estrategias deliberadas y ejecutadas al detalle. Como aquellas que hemos visto en los medios y con asombro: el tono de luto en las cadenas de televisión; en el decreto presidencial mediante el cual se ordenan homenajes póstumos solemnes para el ex mandatario; ministros vestidos de duelo, largos reportajes sobre la vida y obra de Febres Cordero y de aquellos episodios que marcaron su vida, gobierno y toda actividad pública. Hasta compungidos presentadores de televisión que otrora se mostraban profundamente antagonistas de aquellos pasajes cruentos y actitudes arrogantes de un político intolerante y envanecido por el poder que le rodeaba y representaba.
Hasta donde puede llevar el cálculo político cuando la muerte, lejos de poner fin a una dinastía de oprobio y afrenta a los derechos humanos; la convierte en solemnidad magnánima y en esa generosidad diplomática se echa tierra sobre el muerto y con ella, literalmente, se sepulta y se exculpa.
Así las cosas, la Comisión de la Verdad, que indaga los crímenes y atentados a los derechos humanos, que se atribuyen a lo que fue el régimen de Febres Cordero, hará un alto hasta que retorne una ocasión propicia y los cálculos políticos les adviertan que es el momento de desenterrar los casos.