jueves, 20 de noviembre de 2008

La violencia y el cinismo amplificados en televisión

La violencia y el cinismo amplificados en televisión

Las manifestaciones de violencia y el cinismo con el cual se expresan parecen dos hechos inseparables en televisión.
Tres hombres confiesan ante las cámaras el haber asesinado a puñaladas a un niño quien además era su primo. Lo hicieron para no dejar testigos de un robo de casa: tres mil dólares y las joyas que se guardaban en el hogar en el que el menor vivía.
El primero se exculpa por haber estado en la misma habitación, el segundo de haberlo sujetado y los dos acusan a un tercero de haber ejecutado el abominable crimen contra la criatura. Las cámaras están allí para recoger y amplificar para sus públicos tan abominables declaraciones de los criminales confesos.
Un segundo caso, una mujer prostituta se muestra arrepentida de sus servicios prestados a un político porque ha mirado en televisión el rostro apesadumbrado de la esposa de su cliente, el mismo día en que este hacía pública su renuncia al cargo público, por el escándalo mediático.
El político desacreditado se acoge a la privacidad; mientras la prostituta ocupa la notoriedad convertida en una celebridad de televisión. Colocados en los extremos los valores por los medios de comunicación: al político le está vedado recurrir a contratar servicios sexuales; mientras en ese mismo juego de la moral a la televisión le parece inusual que una prostituta puede mostrar sensibilidad compasiva con otra mujer, en este caso la esposa condolida del político incapaz de mantener control sobre sus pasiones.
En los dos casos la televisión sensacionalista irrumpe en un rol que no le corresponde; la de juzgadora y aleccionadora de la colectividad. Pasa de su capacidad informadora de hechos a interpretar la realidad a su antojo y conveniencia. En ese empeño por atrapar a sus públicos ávidos del morbo escabroso, simplifica los hechos, los trivializa para ampliar sus audiencias y sucumbe en los más bajos propósitos.
Quizá mañana a nadie sorprendan hechos como los relatados por la televisión; pero la violencia y el cinismo prevalecerán sobre la convivencia humana.
Los asesinos confesos serán juzgados por lo que hicieron; pero otros criminales seguirán relatando sus acciones, como la prostituta seguirá ofertando sus servicios para sus nuevos clientes, los canales mediáticos.