miércoles, 16 de julio de 2008

Dos reclamos en los límites del absurdo

La carta, cargada de indignación, remitida por Correa a Ingrid Betancourt, y el reclamo de la CRI, por el uso de su símbolo en la operación de rescate.

La noticia era esperada por años y cuando se supo el pasado 2 de julio, casi no hubo quien no sintiera un respiro de alegría. Tanta fue la esperanza acumulada durante seis años, las peticiones, plegarias e invocaciones que abrigaron de poder volverla a ver, en el disfrute de su plena libertad, que las palabras de muchos se ahogaron en llantos.
Ingrid Betancourt fue rescatada de un cautiverio absurdo de seis años y con ella otras 14 personas, alguna llevaba más de diez años en la selva convertida en prisión por las fuerzas irregulares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Una facción rebelde de varias que actúan en Colombia al amparo de una naturaleza pródiga que ha cubierto de mantos verdes las vastas regiones de inmenso país, que comparte esas características andinas, amazónicas y tropicales.

La caricatura tiene connotaciones políticas




La caricatura tiene connotaciones políticas

La portada de la revista New Yorker parecía tener todas las connotaciones políticas que se buscaba para desprestigiar al candidato negro Barak Obama. Sin embargo, las críticas apuntan a, simplemente, una sátira que buscaba, precisamente resaltar los prejuicios que se han ventilado sobre el candidato.
Que extraña resulta la política y sólo unos kilómetros al norte. Si bien, tanto quienes manejan la campaña de Obama como los republicanos han interpretado la caricatura como “una publicación de mal gusto”; quedan dudas respecto a las intenciones de los creativos Barry Blitt y del editor del New Yorker David Remnick.
Hay quienes piensan que una caricatura no debe requerir explicaciones posteriores, pues sus elementos suelen colocarse lo suficientemente claros para que sean los lectores quienes sepan interpretarlas. Sin duda este no es el caso; y la revista ha tenido que explicar tanto el contenido explicito como el implícito. Otros críticos consideran que ni el realizador de la caricatura ni el New Yorker deben preocuparse si afectan o no la campaña de Obama ni si la benefician. Una suerte de libertad absoluta de expresión que no mira las consecuencias ni las mide de acuerdo a los termómetros que suelen resultar las presunciones de los efectos que pueden tener los mensajes.
Con intenciones ocultas o no, la caricatura ha cumplido su cometido, se lee en el portal letras libres, http://www.letraslibres.com/blog/blogs/index.php?title=the_new_yorker_tropieza&more=1&c=1&tb=1&pb=1&blog=5, y se refiere al hecho de que una buena portada debe conseguir interesar a más lectores y colocar la revista en la escena. Y, claro, que este objetivo está cumplido.