Impulso: la ficción de Mateo Herrera
Diálogos mínimos, búsqueda de los ángulos y planos insospechados; el recursos del blanco y negro hace de la película Impulso, de Mateo Herrera, una singular historia contada en ambientes disímiles.
El primer escenario la calle. Una urbe como Quito recrea la marginalidad y en ella la vida rutinaria de tres mujeres: una abuela casi silenciosa, una empleada sobrecargada de trabajo, la tía y una adolescente que lleva su vida dentro de un uniforme escolar del peor gusto y sus matalones, camisetas, botas y música rock.
La voz de una madre distante y un padre ausente crean el escenario fantástico en el cual Mateo Herrera experimenta con el misterio y lo hace muy bien. Aquellos sueños urbanos motivados por la música, las luces y el alcohol contrastan con aquellos otros que motivan la apacible y monótona vida rural.
La vida en dos dimensiones en las que la proximidad de los afectos se muestra también en esas sutiles posibilidades que vuelven hasta cierto punto obsesivas a las pasiones humanas.
En medio del desencanto juvenil con la injusta imposición que suele aplicar el choque generacional la película recupera una hermosa combinación de placeres con la carga de erotismo en la justa medida que ofrecen las siluetas resplandecientes de los cuerpos de los protagonistas.
domingo, 24 de mayo de 2009
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