La tendencia a renegar de la objetividad, de la veracidad y de la imparcialidad en periodismo es una visión contagiada de la academia.
Rubén Darío Buitrón, periodista y escritor; el pasado jueves, en Cuenca, y ante un grupo de periodistas, ha propuesto renegar de la objetividad, la veracidad y la imparcialidad; en reemplazo de estas categorías, que han sostenido el análisis del periodismo en los medios masivos, ha propuesto la subjetividad, el ser críticos y el recoger criterios de verdad.
Y es que, Buitrón, interpreta objetividad como mentira e imparcialidad como arrogancia. “El periodista que afirma ser objetivo, decir la verdad y mantener imparcialidad, miente ¡eso es mentira! Porque eso ¡no existe!” recalcó ante los estudiantes, quienes han tomado notas, también, de su listado de recomendaciones para un manejo ético en los medios: equilibrio, honestidad, información libre de errores, pluralismo, apertura, veracidad, integridad, creatividad y otras cualidades y talentos que, por supuesto, deben cultivar y cuidar, todo el tiempo, el periodista y los medios.
El renegar de la objetividad, en ese empeño por alcanzar la verdad, es una tendencia que se originó en la academia, cuando teóricos, resistentes a la cosmovisión positiva y la aplicación de métodos empíricos propusieron como alternativa la visión subjetiva, aquella que indaga en las cualidades de los fenómenos, o de los hechos, la que reconoce que la interacción que se produce en el conocimiento es entre sujetos pensantes y no entre objetos y cosas. Otra posibilidad es la visión interpretativa y crítica. Pero Buitrón reniega también de la interpretación: afirmó que al periodista no le corresponde interpretar la realidad, sino mostrarla tal cual, en un juego de mediación entre los ciudadanos, las mayorías y el poder político. En una posición que la ubicó no contra el poder, pero sí frente a él.
La pregunta es: cómo se puede ser subjetivo y crítico, las categorías de Buitrón, sin la interpretación; cuando la condición de la subjetividad es la interpretación.
Una primera respuesta posible es dejar de caminar sobre los extremos; permitir esa flexibilidad que facilitaba el establecer el “punto medio” de la ética aristotélica. La objetividad y la subjetividad son maneras de ver el mundo, que facilitan conocerlo para poder explicarlo, predecir las consecuencias y establecer posibilidades de cambio. Formar periodistas con mentes lúcidas, capaces de establecer esas sutiles diferencias sí es emergente, como lo es, también, el que se cultive la razón suficiente para que el ejercicio de la interpretación y la crítica sea un aporte en el oficio.
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