En qué escenario será posible la reconciliación
Sólo hay un escenario político que se avizora sea cual fuere el resultado tras las votaciones del domingo, la necesidad de reconciliación.
El triunfo de la afirmación o la negación dejará una profunda división entre los ecuatorianos y la reconciliación ocupará, sin son responsables, a los dos bandos que promovieron una y otra posición y la volvieron una confrontación sin cuartel y la redujeron al enfrentamiento verbal y hasta físico.
La pregunta que surge obligada es en qué escenario es posible esa reconciliación: el primero, enfrentaría un eventual triunfo del SI, con una diferencia arrolladora, que es la que promovió, con ventaja, y espera el régimen de Rafael Correa, ocupado también en recuperar aceptación popular para lo que vendría en el futuro: mantener una campaña para su reelección inmediata ya facultada en el nuevo texto. El segundo, el mismo triunfo del SI, pero con una diferencia mínima, que dejaría en un estado de equilibrio de las fuerzas que confrontaron en campaña y que las cabezas visibles fueron el líder socialcristiano, Jaime Nebot, alcalde de la ciudad portuaria de Guayaquil, también la más populosa y en la cual se entiende la autonomía como única posibilidad de progreso.
Para quienes entienden democracia como la imposición del criterio de la mayoría sobre una minoría sumisa y obediente; será mejor que la respuesta al SI sea arrolladora; pero para quienes la entienden como la posibilidad de ejercer soberanía del pueblo con la participación de todos, lo mejor que puede ocurrir es que la diferencia apenas sea mínima. Así la reconciliación y el ejercicio de la democracia quedará sujeto a la diferencia de los votos.
Tal y como entiende Rafael Correa el liderazgo, espera un triunfo contundente, porque piensa que las masas no están preparadas para tomar decisiones por ellas mismas. Pronunciamientos como esos los ha hecho públicos, en entrevistas de televisión. El otro escenario exigirá respeto por el criterio del otro, de la opinión del otro y de las opciones que los otros consideran válidas en la administración de un Estado.
Otra vez el escenario nos lleva a la búsqueda de los principios del punto medio, que ya los griegos consideraron el de la equidad y el equilibrio y que en la administración moderna se entiende como un instrumento y circunstancia de mediación en el que las partes ceden, respetan para encontrar aquellos acuerdos que los políticos llaman consensos, en los que unos y otros participan y se respetan.
También quedan otros dos ejercicios democráticos pendientes en el escenario. Los de democracia cristiana que busca conciliar los principios democráticos con la fe cristiana, que también entró en confrontación política bajo el ropaje de innegociable, y el de la democracia popular, pero en su acepción legítima y no usurpada por el oportunismo populista de la partidocracia. Me refiero a aquel régimen de los pueblos que han adoptado el comunismo como forma de gobierno.
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