Impulso: la ficción de Mateo Herrera
Diálogos mínimos, búsqueda de los ángulos y planos insospechados; el recursos del blanco y negro hace de la película Impulso, de Mateo Herrera, una singular historia contada en ambientes disímiles.
El primer escenario la calle. Una urbe como Quito recrea la marginalidad y en ella la vida rutinaria de tres mujeres: una abuela casi silenciosa, una empleada sobrecargada de trabajo, la tía y una adolescente que lleva su vida dentro de un uniforme escolar del peor gusto y sus matalones, camisetas, botas y música rock.
La voz de una madre distante y un padre ausente crean el escenario fantástico en el cual Mateo Herrera experimenta con el misterio y lo hace muy bien. Aquellos sueños urbanos motivados por la música, las luces y el alcohol contrastan con aquellos otros que motivan la apacible y monótona vida rural.
La vida en dos dimensiones en las que la proximidad de los afectos se muestra también en esas sutiles posibilidades que vuelven hasta cierto punto obsesivas a las pasiones humanas.
En medio del desencanto juvenil con la injusta imposición que suele aplicar el choque generacional la película recupera una hermosa combinación de placeres con la carga de erotismo en la justa medida que ofrecen las siluetas resplandecientes de los cuerpos de los protagonistas.
domingo, 24 de mayo de 2009
miércoles, 29 de abril de 2009
El que piensa se coloca bajo sospecha
El que piensa se coloca bajo sospecha
Cada vez que alguien piensa de manera diferente es visto con suspicacia. Y esas sospechas surgen de una limitada apreciación y respeto por el otro.
¡Cómo alguien puede presumir y elucubrar sobre el otro sin siquiera conocerle? porque estamos habituados a encasillarnos a nosotros mismos, a definirnos como seres identificados en determinados grupos. Si pensamos como alguien más nos complacemos porque creemos que la reflexión de tan repetida es compartida y buena.
En ese grupo en el que todos parecen estar de acuerdo, quien plantee inquietudes distintas será observado y se le buscará una grey a la que corresponda. Porque solo no podrá existir.
Así nacieron los partidos en un país en el que ahora se multiplicaron en movimientos. Cada uno en búsqueda de su grey y a defenderla de la única manera posible: con actitud de manada, con la provocación y el agravio.
Es una pena que la medida de la confianza y el desacuerdo con el pensamiento diferente sea la ofensa, el insulto. En lugar de encontrar en el desacuerdo el valor de los puntos de vista distintos que ayudan a construir, nos empeñamos en profundizar en las diferencias.
Es que acaso las elecciones se crearon para marcar desacuerdos y tensiones; si esa fuera el caso todas las sociedades habrían mantenido las guerras para resolver las hegemonías; pero no, la sociedades evolucionaron y la construcción de participación requiere la contribución reflexiva de todos.
No es posible que la promoción electoral sea reducida a anuncios de insultos, vejámenes y que aún continúen luego del proceso con la descalificación de los rivales. Como tampoco está bien que un acto democrático de presentación de ofertas políticas sea entendido como una contienda de la que solo resultan ganadores y perdedores.
Si alguien pretendiera quedarse para siempre en el poder no debería optar por un sistema de elecciones, pues como principio un proceso eleccionario obliga a reconocer la posibilidad de que una mayoría elija no necesariamente a uno, sino al otro. Ese reconocimiento a la posibilidad del contendiente solo es posible en una sociedad de valores, de profundas reflexiones y de equilibrio de poderes. Una sociedad democrática, que fomente las libertades, las responsabilidades y, sobre todo la igualdad de oportunidades.
Cada vez que alguien piensa de manera diferente es visto con suspicacia. Y esas sospechas surgen de una limitada apreciación y respeto por el otro.
¡Cómo alguien puede presumir y elucubrar sobre el otro sin siquiera conocerle? porque estamos habituados a encasillarnos a nosotros mismos, a definirnos como seres identificados en determinados grupos. Si pensamos como alguien más nos complacemos porque creemos que la reflexión de tan repetida es compartida y buena.
En ese grupo en el que todos parecen estar de acuerdo, quien plantee inquietudes distintas será observado y se le buscará una grey a la que corresponda. Porque solo no podrá existir.
Así nacieron los partidos en un país en el que ahora se multiplicaron en movimientos. Cada uno en búsqueda de su grey y a defenderla de la única manera posible: con actitud de manada, con la provocación y el agravio.
Es una pena que la medida de la confianza y el desacuerdo con el pensamiento diferente sea la ofensa, el insulto. En lugar de encontrar en el desacuerdo el valor de los puntos de vista distintos que ayudan a construir, nos empeñamos en profundizar en las diferencias.
Es que acaso las elecciones se crearon para marcar desacuerdos y tensiones; si esa fuera el caso todas las sociedades habrían mantenido las guerras para resolver las hegemonías; pero no, la sociedades evolucionaron y la construcción de participación requiere la contribución reflexiva de todos.
No es posible que la promoción electoral sea reducida a anuncios de insultos, vejámenes y que aún continúen luego del proceso con la descalificación de los rivales. Como tampoco está bien que un acto democrático de presentación de ofertas políticas sea entendido como una contienda de la que solo resultan ganadores y perdedores.
Si alguien pretendiera quedarse para siempre en el poder no debería optar por un sistema de elecciones, pues como principio un proceso eleccionario obliga a reconocer la posibilidad de que una mayoría elija no necesariamente a uno, sino al otro. Ese reconocimiento a la posibilidad del contendiente solo es posible en una sociedad de valores, de profundas reflexiones y de equilibrio de poderes. Una sociedad democrática, que fomente las libertades, las responsabilidades y, sobre todo la igualdad de oportunidades.
sábado, 4 de abril de 2009
Ya no hay espacio para el periodismo envanecido
Ya no hay espacio para el periodismo envanecido
Con la despedida del presentador de televisión Carlos Vera, del programa de noticias y entrevistas Contacto en Directo de Ecuavisa, desaparece de la pantalla aquella imagen del periodista envanecido.
Vera, con una larga trayectoria en el medio de comunicación televisivo, representó siempre aquel avatar de periodista provocador, ingenioso, sagaz, perspicaz y con esa habilidad para hilvanar la frase corta punzante y la pregunta inquisidora; pero también hizo la representación del comunicador engreído, presumido y soberbio.
Un doble juego en la construcción de la imagen de un presentador de televisión que además manejaba ese doble ejercicio de la moral que no dejaba de causar incertidumbre en los consumidores de la ilusión noticiosa de la pantalla; pues no dudaba en exteriorizar sus afectos y desafectos, en lo político ideológico que le correspondió enfrentar como presentador y también al anunciar a luz pública su liberal vida afectiva.
En aquel doble juego de recreación de roles y representación profesionales fue presentador de noticias y también funcionario público. Si bien, no de manera simultánea como correspondía a un comportamiento ético, pues el ejercicio paralelo de las dos actividades resulta incompatible e irresponsable.
Antes de su despedida de la pantalla Vera daba avisos de un estado de perturbación bastante próximo a la soberbia y la ira. Dos episodios que recuerdo: el presentador ha recorrido a esa actitud insoportable de levantar la voz a los subalternos asistentes de piso. Ha tenido que hacer un conteo hasta diez para retomar la calma que le permita continuar una entrevista y al día siguiente ha vuelto a llamar la atención a los asistentes por una desconexión del apuntador, aquel artilugio que no es otra cosa que un audífono que los presentadores llevan todo el tiempo y por el cual pueden escuchar al equipo de producción que labora para que el presentador se luzca todo el tiempo.
Acosado por el cansancio se despide un presentador que entendió mal el servicio público del rol del periodista y que en su arrogancia se ensañó en un ejercicio de oposición contra un régimen de gobierno que cuenta con respaldo popular y contra un mandatario que hizo de la crítica a la prensa, en general, una de sus estrategias de recuperación de imagen.
Se ausenta de la pantalla un estilo de hacer periodismo desde el culto a la imagen individual, arrogante y sínica del atractivo físico, se desploma la concepción del paladín y defensor de los que no tienen voz, y en el caso de Vera, supuestamente, de los que “tienen miedo”.
El periodismo nuevo, el que se requiere, debe ser de construcción colectiva, próximo a la gente, a los ciudadanos, el que surge de un trabajo de equipo y cuya dirección es el servicio público responsable.
El periodismo envanecido es improductivo en sus dos acepciones: soberbio, engreído, arrogante; y también, vacío, vano, sin frutos.
Ojalá ese ejercicio de representación del presentador de televisión no sea un remedo de la soberbia y que los aprendices de Vera reflexionen en sus responsabilidades como periodistas, y que los medios orienten sus programas informativos en su entera correspondencia con los intereses ciudadanos, colectivos.
Con la despedida del presentador de televisión Carlos Vera, del programa de noticias y entrevistas Contacto en Directo de Ecuavisa, desaparece de la pantalla aquella imagen del periodista envanecido.
Vera, con una larga trayectoria en el medio de comunicación televisivo, representó siempre aquel avatar de periodista provocador, ingenioso, sagaz, perspicaz y con esa habilidad para hilvanar la frase corta punzante y la pregunta inquisidora; pero también hizo la representación del comunicador engreído, presumido y soberbio.
Un doble juego en la construcción de la imagen de un presentador de televisión que además manejaba ese doble ejercicio de la moral que no dejaba de causar incertidumbre en los consumidores de la ilusión noticiosa de la pantalla; pues no dudaba en exteriorizar sus afectos y desafectos, en lo político ideológico que le correspondió enfrentar como presentador y también al anunciar a luz pública su liberal vida afectiva.
En aquel doble juego de recreación de roles y representación profesionales fue presentador de noticias y también funcionario público. Si bien, no de manera simultánea como correspondía a un comportamiento ético, pues el ejercicio paralelo de las dos actividades resulta incompatible e irresponsable.
Antes de su despedida de la pantalla Vera daba avisos de un estado de perturbación bastante próximo a la soberbia y la ira. Dos episodios que recuerdo: el presentador ha recorrido a esa actitud insoportable de levantar la voz a los subalternos asistentes de piso. Ha tenido que hacer un conteo hasta diez para retomar la calma que le permita continuar una entrevista y al día siguiente ha vuelto a llamar la atención a los asistentes por una desconexión del apuntador, aquel artilugio que no es otra cosa que un audífono que los presentadores llevan todo el tiempo y por el cual pueden escuchar al equipo de producción que labora para que el presentador se luzca todo el tiempo.
Acosado por el cansancio se despide un presentador que entendió mal el servicio público del rol del periodista y que en su arrogancia se ensañó en un ejercicio de oposición contra un régimen de gobierno que cuenta con respaldo popular y contra un mandatario que hizo de la crítica a la prensa, en general, una de sus estrategias de recuperación de imagen.
Se ausenta de la pantalla un estilo de hacer periodismo desde el culto a la imagen individual, arrogante y sínica del atractivo físico, se desploma la concepción del paladín y defensor de los que no tienen voz, y en el caso de Vera, supuestamente, de los que “tienen miedo”.
El periodismo nuevo, el que se requiere, debe ser de construcción colectiva, próximo a la gente, a los ciudadanos, el que surge de un trabajo de equipo y cuya dirección es el servicio público responsable.
El periodismo envanecido es improductivo en sus dos acepciones: soberbio, engreído, arrogante; y también, vacío, vano, sin frutos.
Ojalá ese ejercicio de representación del presentador de televisión no sea un remedo de la soberbia y que los aprendices de Vera reflexionen en sus responsabilidades como periodistas, y que los medios orienten sus programas informativos en su entera correspondencia con los intereses ciudadanos, colectivos.
lunes, 30 de marzo de 2009
La censura del CNE debería extenderse a los contenidos
La censura del CNE debería extenderse a los contenidos
El Concejo Nacional Electoral, CNE, solamente es una instancia de medida de tiempos y costos. Su acción debería extenderse a los contenidos de la propaganda electoral.
No es posible que los electores, ciudadanos y ciudadanas nobles e este país, estén asistiendo a un circo mediático y financiado con el dinero de los contribuyentes.
La ausencia de contenidos es evidente en la promoción de campaña: “Bla, bla, bla, bla”, se repite en una sinfonía de mal gusto que auspicia una candidatura presidencial; y en otra personajes de la más baja condición y apariencia exhiben en sus manos un balón de fútbol y se permiten invitar a votar por ellos porque aseguran “tenerlas bien puestas”.
Otros en un claro culto a la persona, solamente aciertan a auto calificarse de honestos, probos, experimentados y audaces. Y la propaganda oficial únicamente atina a relacionar la figara de los candidatos de elección seccional con la del presidente.
Ni un punto programático, ni una sola palabra en relación a los planes y programas de gobierno, y menos aún sobre una agenda establecida por la ciudadanía.
En donde quedó el discurso de la participación ciudadana, de la observación social, del compromiso ciudadano por el cambio. Categorías conceptuales con las que se levantó todo un texto constitucional en Montecristi.
Se les olvidó tan rápido la Constitución y las responsabilidades allí expuestas sobre derechos y libertades individuales, garantías y responsabilidades institucionales a los miembros del Consejo Nacional Electoral.
Ahora resulta que su única preocupación es si debe o no el Presidente emitir sus cadenas radiales de los sábados. Cadenas que cualquier neófito de la política y de la comunicación sabe que se trata de promoción del gobierno y en época de elecciones campaña electoral; pero para quienes integran el Consejo se les vuelve un tema de difícil resolución.
Sería bueno, que por sanidad del país, el Consejo Electoral cumpla con su trabajo y seleccione de manera responsable los mensajes que financia con dineros de los ciudadanos y censure aquellos que no contribuyen en nada a la invocación por un voto participativo y democrático.
El Concejo Nacional Electoral, CNE, solamente es una instancia de medida de tiempos y costos. Su acción debería extenderse a los contenidos de la propaganda electoral.
No es posible que los electores, ciudadanos y ciudadanas nobles e este país, estén asistiendo a un circo mediático y financiado con el dinero de los contribuyentes.
La ausencia de contenidos es evidente en la promoción de campaña: “Bla, bla, bla, bla”, se repite en una sinfonía de mal gusto que auspicia una candidatura presidencial; y en otra personajes de la más baja condición y apariencia exhiben en sus manos un balón de fútbol y se permiten invitar a votar por ellos porque aseguran “tenerlas bien puestas”.
Otros en un claro culto a la persona, solamente aciertan a auto calificarse de honestos, probos, experimentados y audaces. Y la propaganda oficial únicamente atina a relacionar la figara de los candidatos de elección seccional con la del presidente.
Ni un punto programático, ni una sola palabra en relación a los planes y programas de gobierno, y menos aún sobre una agenda establecida por la ciudadanía.
En donde quedó el discurso de la participación ciudadana, de la observación social, del compromiso ciudadano por el cambio. Categorías conceptuales con las que se levantó todo un texto constitucional en Montecristi.
Se les olvidó tan rápido la Constitución y las responsabilidades allí expuestas sobre derechos y libertades individuales, garantías y responsabilidades institucionales a los miembros del Consejo Nacional Electoral.
Ahora resulta que su única preocupación es si debe o no el Presidente emitir sus cadenas radiales de los sábados. Cadenas que cualquier neófito de la política y de la comunicación sabe que se trata de promoción del gobierno y en época de elecciones campaña electoral; pero para quienes integran el Consejo se les vuelve un tema de difícil resolución.
Sería bueno, que por sanidad del país, el Consejo Electoral cumpla con su trabajo y seleccione de manera responsable los mensajes que financia con dineros de los ciudadanos y censure aquellos que no contribuyen en nada a la invocación por un voto participativo y democrático.
jueves, 19 de febrero de 2009
El morbo mediático oculta el valor informativo
El morbo mediático oculta el valor informativo
Las cámaras concurrieron tras la búsqueda del dolor, la miseria y la ignorancia.
Sin ningún respeto por la familia del muerto un ejército de “periodistas y camarógrafos” invaden la intimidad familiar de los Carabajo, la familia de un joven que murió arrollado en una autopista de los Estados Unidos. Hurgan en los rostros de dolor, las expresiones de desconsuelo y completan su macabro producto comunicacional con frases hechas, descripciones de mal gusto, y luego complementan con la ubicación del escenario del drama en conjugación con la pobreza, el abandono y la miseria.
El pobre discurso periodístico se muestra en televisión con el complemento de rostros compungidos de presentadores de televisión expertos en exteriorizar y multiplicar lo que interpretan como sensacional.
Pero qué hay en la noticia de un hombre muerto por accidente, acaso la circunstancia de que ocurriera en los Estadios Unidos o en España hace diferente a si el accidente se produjera en cualquier avenida o calle de una ciudad del Ecuador. Porque para mostrar escenas de dolor en el drama íntimo que padecen las personas que pierden a sus seres queridos; les bastaría a los periodistas y camarógrafos cumplir guardia frente a las puertas de las casas de velaciones.
Si sólo el drama humano, el padecimiento y la miseria es noticia, pues para qué y por qué aguardar el amanecer en las salas de los aeropuertos, y seguir el cortejo fúnebre hasta remotas comunidades rurales; si rostros de dolor y gritos de llanto podrían encontrarlos en cualquier velorio.
Acudir a una cobertura con la única consigna del sensacionalismo obnubila al mediocre anunciador de la tragedia, y, lo que es peor, oculta la información trascendente y realmente importante.
En esa suerte de avidez por el escándalo las coberturas de temas de los dramas humanos de la migración y de “justicia indígena”, consideran al campesino pobre como objeto manipulable. Y al hecho noticioso como el drama necesario para afectar al televidente. En esa pérfida actividad alejada de los principios, en los noticieros de televisión se mostraron esta misma semana imágenes tras el manipulado anuncio de “justicia indígena”, de adolescentes maltratados por hombres y mujeres, eran sus propios padres obligados por ese círculo de poder y presión de la masa llamada comuna y la presencia solicitada de las cámaras de televisión y periodistas a castigar con abominables flagelaciones y a someterlos a la vergüenza pública, sus delitos hurtos adolescentes.
Así muestra la televisión y los otros medios a toda una comunidad de personas dignas, tan solo ocupándose y ensañándose con sus particulares momentos de descomposición, ebriedad y drama. De esa manera se magnifica el drama y quedan ocultos y permanecen invisibles todos los otros valores presentes en una sociedad magnífica y diversa.
Las cámaras concurrieron tras la búsqueda del dolor, la miseria y la ignorancia.
Sin ningún respeto por la familia del muerto un ejército de “periodistas y camarógrafos” invaden la intimidad familiar de los Carabajo, la familia de un joven que murió arrollado en una autopista de los Estados Unidos. Hurgan en los rostros de dolor, las expresiones de desconsuelo y completan su macabro producto comunicacional con frases hechas, descripciones de mal gusto, y luego complementan con la ubicación del escenario del drama en conjugación con la pobreza, el abandono y la miseria.
El pobre discurso periodístico se muestra en televisión con el complemento de rostros compungidos de presentadores de televisión expertos en exteriorizar y multiplicar lo que interpretan como sensacional.
Pero qué hay en la noticia de un hombre muerto por accidente, acaso la circunstancia de que ocurriera en los Estadios Unidos o en España hace diferente a si el accidente se produjera en cualquier avenida o calle de una ciudad del Ecuador. Porque para mostrar escenas de dolor en el drama íntimo que padecen las personas que pierden a sus seres queridos; les bastaría a los periodistas y camarógrafos cumplir guardia frente a las puertas de las casas de velaciones.
Si sólo el drama humano, el padecimiento y la miseria es noticia, pues para qué y por qué aguardar el amanecer en las salas de los aeropuertos, y seguir el cortejo fúnebre hasta remotas comunidades rurales; si rostros de dolor y gritos de llanto podrían encontrarlos en cualquier velorio.
Acudir a una cobertura con la única consigna del sensacionalismo obnubila al mediocre anunciador de la tragedia, y, lo que es peor, oculta la información trascendente y realmente importante.
En esa suerte de avidez por el escándalo las coberturas de temas de los dramas humanos de la migración y de “justicia indígena”, consideran al campesino pobre como objeto manipulable. Y al hecho noticioso como el drama necesario para afectar al televidente. En esa pérfida actividad alejada de los principios, en los noticieros de televisión se mostraron esta misma semana imágenes tras el manipulado anuncio de “justicia indígena”, de adolescentes maltratados por hombres y mujeres, eran sus propios padres obligados por ese círculo de poder y presión de la masa llamada comuna y la presencia solicitada de las cámaras de televisión y periodistas a castigar con abominables flagelaciones y a someterlos a la vergüenza pública, sus delitos hurtos adolescentes.
Así muestra la televisión y los otros medios a toda una comunidad de personas dignas, tan solo ocupándose y ensañándose con sus particulares momentos de descomposición, ebriedad y drama. De esa manera se magnifica el drama y quedan ocultos y permanecen invisibles todos los otros valores presentes en una sociedad magnífica y diversa.
jueves, 5 de febrero de 2009
La proximidad con las FARC si estaba en el Ministerio de Gobierno
La proximidad con las FARC si estaba en el Ministerio de Gobierno
El implicado en la indagación de un presunto caso de tráfico de narcóticos y de influencias, Ignacio Chauvín, pareció para confirmar que las relaciones con las FARC sí estaban establecidas desde el Ministerio de Gobierno.
Chauvín, un dirigente de Movimiento país en Pichincha se desempeñó como subsecretario de Gobierno, cuando Gustavo Larrea estaba al frente de esa cartera de Estado. Hoy es vinculado en una investigación que lleva la Fiscalía de Guayaquil sobre un caso de narcotráfico en contra de tres hermanos Ostaiza, quienes oriundos de Malacatus – Loja, constituyeron en los últimos tres años una red de influencias al más alto nivel del poder constituido por Alianza País.
Dado por desaparecido, Chuavín, se entrega a la Fiscalía en Pichincha luego de hablar con los presentadores de televisión de los programas noticiosos con mayor sintonía en la mañana; ofrecer declaraciones públicas a los medios en las puertas de la Fiscalía, y de desplazarse en motocicleta y recibir vítores de partidarios de Alianza País, en plena calle. En esas declaraciones públicas se autocalifica de “revolucionario, amigo de Raúl Reyes el miembro del secretariado de las FARC, muerto en el campamento que había hecho su centro de operaciones en Angostura, ese apartado de selva ecuatoriana junto al río Putumayo en el frontera con Colombia.
La aparición de Chauvín puede ser interpretada bajo dos lecturas probables: le conviene al régimen su detención y juzgamiento para evitar el efecto bola de nieve causado por la especulación sobre los alcances de las relaciones establecidas por los tentáculos mafiosos narcos, o, simplemente, Chauvín consideró más seguro la cárcel que la clandestinidad. Pues si “puede decir muchas cosas”, como ha manifestado en declaraciones públicas, se comprende que es preferible estar preso que muerto.
El implicado en la indagación de un presunto caso de tráfico de narcóticos y de influencias, Ignacio Chauvín, pareció para confirmar que las relaciones con las FARC sí estaban establecidas desde el Ministerio de Gobierno.
Chauvín, un dirigente de Movimiento país en Pichincha se desempeñó como subsecretario de Gobierno, cuando Gustavo Larrea estaba al frente de esa cartera de Estado. Hoy es vinculado en una investigación que lleva la Fiscalía de Guayaquil sobre un caso de narcotráfico en contra de tres hermanos Ostaiza, quienes oriundos de Malacatus – Loja, constituyeron en los últimos tres años una red de influencias al más alto nivel del poder constituido por Alianza País.
Dado por desaparecido, Chuavín, se entrega a la Fiscalía en Pichincha luego de hablar con los presentadores de televisión de los programas noticiosos con mayor sintonía en la mañana; ofrecer declaraciones públicas a los medios en las puertas de la Fiscalía, y de desplazarse en motocicleta y recibir vítores de partidarios de Alianza País, en plena calle. En esas declaraciones públicas se autocalifica de “revolucionario, amigo de Raúl Reyes el miembro del secretariado de las FARC, muerto en el campamento que había hecho su centro de operaciones en Angostura, ese apartado de selva ecuatoriana junto al río Putumayo en el frontera con Colombia.
La aparición de Chauvín puede ser interpretada bajo dos lecturas probables: le conviene al régimen su detención y juzgamiento para evitar el efecto bola de nieve causado por la especulación sobre los alcances de las relaciones establecidas por los tentáculos mafiosos narcos, o, simplemente, Chauvín consideró más seguro la cárcel que la clandestinidad. Pues si “puede decir muchas cosas”, como ha manifestado en declaraciones públicas, se comprende que es preferible estar preso que muerto.
martes, 3 de febrero de 2009
Medios echan fuego tras los rabos de paja
Medios echan fuego tras los rabos de paja
Que difícil le resultó al régimen de Rafael Correa sostener su eslogan de las manos limpias. Primero fue el ministro de los deportes y luego el de seguridad.
Gustavo Larrea declina a la candidatura de asambleísta por el escándalo que lo relaciona con Ignacio Chuavín, un ex colaborador suyo a quien la fiscalía vincula en las indagaciones, que por tráfico de drogas, influencias y enriquecimiento ilícito, sigue a los hermanos Ostaiza, una suerte de mafiosos criollos que se manejaban con las típicas estrategias de creación de fachadas aproximándose a miembros de instituciones de poder: policías, militares, políticos.
Los Ostaiza hicieron negocios y amistades en altos niveles institucionales y el más próximo a la cúpula de poder fue el enlace con Ignacio Chauvín y Larrea. Esa posición les ubicó en una proximidad bastante cercana a Correa.
Ignacio Chauvín se mantendrá en la clandestinidad, al menos hasta que pase el proceso electoral del que también le han sugerido a Larrea apartarse. Y es que el cálculo electoral cuenta en este proceso, que será también la medida del desgaste político de Correa y su movimiento Alianza País, luego de dos largos años electorales.
Los medios de comunicación, en esta representación mafiosa criolla que se venía venir desde que Colombia bombardeo el campamento que para sus relaciones exteriores había plantado la guerrilla de las FARC en Angostura, un espacio de territorio ecuatoriano en la margen del río Putumayo, le han seguido el paso con antorchas encendidas y en búsqueda de cada rabo de paja. Y es que la versión colombiana de la permanencia de la FARC en Angustura apuntaba a esos nexos obscuros que suele crear la mafia.
El gobierno ha actuado con prudencia, tras el misterio del paradero del funcionario Chauvín, y la renuncia de Larrea a su candidatura; le queda evitar los otros frentes que los tentáculos del presunto caso de narcotráfico dejan con cada movimiento del expediente abierto en la Fiscalía y la Policía. Además deberá controlar la fragilidad de su frente interno menoscabado con las elecciones intermedia, que lejos de fortalecer la unidad, puso de manifiesto los endebles acuerdos del espectro de grupos que integran la alianza.
Fernando Valda, un ex miembro y activista de la Alianza, ahora convertido en personaje muy incómodo para un régimen al que antes apoyaba y del que se retiró por inconformidad muestra denuncias sustentadas en posesión de grabaciones de conversaciones que al parecer involucran y comprometen a la mismísima cúpula del buró de la Alianza, en ese despreciable juego mafioso criollo.
Que difícil le resultó al régimen de Rafael Correa sostener su eslogan de las manos limpias. Primero fue el ministro de los deportes y luego el de seguridad.
Gustavo Larrea declina a la candidatura de asambleísta por el escándalo que lo relaciona con Ignacio Chuavín, un ex colaborador suyo a quien la fiscalía vincula en las indagaciones, que por tráfico de drogas, influencias y enriquecimiento ilícito, sigue a los hermanos Ostaiza, una suerte de mafiosos criollos que se manejaban con las típicas estrategias de creación de fachadas aproximándose a miembros de instituciones de poder: policías, militares, políticos.
Los Ostaiza hicieron negocios y amistades en altos niveles institucionales y el más próximo a la cúpula de poder fue el enlace con Ignacio Chauvín y Larrea. Esa posición les ubicó en una proximidad bastante cercana a Correa.
Ignacio Chauvín se mantendrá en la clandestinidad, al menos hasta que pase el proceso electoral del que también le han sugerido a Larrea apartarse. Y es que el cálculo electoral cuenta en este proceso, que será también la medida del desgaste político de Correa y su movimiento Alianza País, luego de dos largos años electorales.
Los medios de comunicación, en esta representación mafiosa criolla que se venía venir desde que Colombia bombardeo el campamento que para sus relaciones exteriores había plantado la guerrilla de las FARC en Angostura, un espacio de territorio ecuatoriano en la margen del río Putumayo, le han seguido el paso con antorchas encendidas y en búsqueda de cada rabo de paja. Y es que la versión colombiana de la permanencia de la FARC en Angustura apuntaba a esos nexos obscuros que suele crear la mafia.
El gobierno ha actuado con prudencia, tras el misterio del paradero del funcionario Chauvín, y la renuncia de Larrea a su candidatura; le queda evitar los otros frentes que los tentáculos del presunto caso de narcotráfico dejan con cada movimiento del expediente abierto en la Fiscalía y la Policía. Además deberá controlar la fragilidad de su frente interno menoscabado con las elecciones intermedia, que lejos de fortalecer la unidad, puso de manifiesto los endebles acuerdos del espectro de grupos que integran la alianza.
Fernando Valda, un ex miembro y activista de la Alianza, ahora convertido en personaje muy incómodo para un régimen al que antes apoyaba y del que se retiró por inconformidad muestra denuncias sustentadas en posesión de grabaciones de conversaciones que al parecer involucran y comprometen a la mismísima cúpula del buró de la Alianza, en ese despreciable juego mafioso criollo.
domingo, 11 de enero de 2009
El Quinto Poder debe responder a elección popular
El Quinto Poder debe responder a elección popular
Quedó comprobado. En un país guiado por el factor emocional, como el nuestro, hay que tener un padrino para poder bautizarse.
La elección del Quinto Poder (el de participación ciudadana) debe responder a votación por elección popular y no a un concurso de méritos. Pues, porque en este país de compromisos afectivos adquiridos y resentimientos y rencores sin olvidar ni superar; ningún jurado es libre de actuar con afectos y desafectos.
El Quinto Poder, como la idoneidad y transparencia en los concursos, funciona en los discursos, pero empieza la buena fe a distorsionarse en la interpretación de los instructivos y reglamentos. La calificación de méritos ya estaba viciada de subjetividad desde la misma concepción de los fines que deberá cumplir el Quinto Poder, entre los cuales el único concreto es el de la designación de quienes serán responsables de las entidades de control del Estado, las otras misiones corresponden a aquellas que bien la sabiduría popular les ha dado el nombre de buenos propósitos.
La participación ciudadana en un país diverso y deliberadamente fragmentado al extremo de la intolerancia, en grupos que hasta han antagonizado en el interior del concepto de la estructura actual de poder definido como alianza país, solo persigue un manejo uniforme y vertical que tiene su origen en un buró de frío cálculo electoralista.
Que el Quito Poder, cuya conformación ha fracasado por contradecir la propia naturaleza de la sociedad a la que aspira representar desde un solo horizonte cultural e ideológico, espere, y si es el caso, su designación debería incluirse en la lotería de la elección popular; que si bien es también susceptible de reafirmar la tendencia del movimiento que obtiene la preferencia mayoritaria; sin embargo, es el único instrumento de determinación de dignidades más próximo a lo que conocemos como democracia.
La transitoria constitucional para la designación del Quinto Poder que quede escrita en el texto de la Carta Magna, que como muchos otros principios necesitará, primero, que la sociedad y sus actores maduren a una racionalidad a toda prueba, pero, principalmente, de aquellas influencias emocionales, y si acaso alguien sospecha que la nadie se ha dado cuenta, de esos intereses personales y mezquinos de grupos extremistas, de cualquier tendencia ideológica, que intenta acaparar un poder omnímodo y mantenerlo a cualquier costo, aunque estos fueren los de la dignidad y la decencia.
Quedó comprobado. En un país guiado por el factor emocional, como el nuestro, hay que tener un padrino para poder bautizarse.
La elección del Quinto Poder (el de participación ciudadana) debe responder a votación por elección popular y no a un concurso de méritos. Pues, porque en este país de compromisos afectivos adquiridos y resentimientos y rencores sin olvidar ni superar; ningún jurado es libre de actuar con afectos y desafectos.
El Quinto Poder, como la idoneidad y transparencia en los concursos, funciona en los discursos, pero empieza la buena fe a distorsionarse en la interpretación de los instructivos y reglamentos. La calificación de méritos ya estaba viciada de subjetividad desde la misma concepción de los fines que deberá cumplir el Quinto Poder, entre los cuales el único concreto es el de la designación de quienes serán responsables de las entidades de control del Estado, las otras misiones corresponden a aquellas que bien la sabiduría popular les ha dado el nombre de buenos propósitos.
La participación ciudadana en un país diverso y deliberadamente fragmentado al extremo de la intolerancia, en grupos que hasta han antagonizado en el interior del concepto de la estructura actual de poder definido como alianza país, solo persigue un manejo uniforme y vertical que tiene su origen en un buró de frío cálculo electoralista.
Que el Quito Poder, cuya conformación ha fracasado por contradecir la propia naturaleza de la sociedad a la que aspira representar desde un solo horizonte cultural e ideológico, espere, y si es el caso, su designación debería incluirse en la lotería de la elección popular; que si bien es también susceptible de reafirmar la tendencia del movimiento que obtiene la preferencia mayoritaria; sin embargo, es el único instrumento de determinación de dignidades más próximo a lo que conocemos como democracia.
La transitoria constitucional para la designación del Quinto Poder que quede escrita en el texto de la Carta Magna, que como muchos otros principios necesitará, primero, que la sociedad y sus actores maduren a una racionalidad a toda prueba, pero, principalmente, de aquellas influencias emocionales, y si acaso alguien sospecha que la nadie se ha dado cuenta, de esos intereses personales y mezquinos de grupos extremistas, de cualquier tendencia ideológica, que intenta acaparar un poder omnímodo y mantenerlo a cualquier costo, aunque estos fueren los de la dignidad y la decencia.
sábado, 3 de enero de 2009
La política local también se encarama en el cálculo electoral
La política local también se encarama en el cálculo electoral
La alianza Granda – Carrasco no deja de ser sorpresiva. Y no lo es una vez que el buró político de Alianza País, listas 35, que si bien toma sus resoluciones en Quito está integrada por los asambleístas hoy congresistas, representantes de la provincia del Azuay, como Fernando Cordero y Roxana Alvarado.
La inclusión de Paúl Carrasco, actual prefecto del Azuay, hecha por el buró asumida a regañadientes por los integrantes de la misma Alianza en el Azuay, pero al fin, aceptada sin mayores reparos, en apariencia se fortalece para una posible reelección. La candidatura de Paúl Granda, vicealcalde de Cuenca, sin embargo, deberá superar, primero unas elecciones primarias en la que enfrentará a la de Fernando Pauta, ex gerente de ETAPA, y mano derecha de Fernando Cordero, al menos, cuando alcalde de la ciudad.
Esos son los cálculos y movimientos políticos en Alianza País, el partido de gobierno que aspirará a reproducir los porcentajes de votación obtenidos en elecciones anteriores que incluyen las consultas para la Nueva Constitución, y que en Cuenca fueron, particularmente, favorables al régimen.
Mientras se estructuran las precandidaturas que pulsarán en primarias, a las que también, es probable participe Humberto Cordero, como aspirante a la prefectura, quien preside la dirigencia de Alianza País en el Azuay; el candidato oficial a la alcaldía sigue siendo Marcelo Cabrera, alcalde de Cuenca. Y su binomio con mayores probabilidades es el actual gerente de ETAPA, Santiago López, quien ha sido su primer colaborador en más de 15 años en la administración pública.
Así planteadas las probabilidades pueden resultar con resultados sorpresivos, tanto en las primarias, como parte de la campaña del partido de gobierno; así como en las definitivas del mes de abril.
La alianza Granda – Carrasco no deja de ser sorpresiva. Y no lo es una vez que el buró político de Alianza País, listas 35, que si bien toma sus resoluciones en Quito está integrada por los asambleístas hoy congresistas, representantes de la provincia del Azuay, como Fernando Cordero y Roxana Alvarado.
La inclusión de Paúl Carrasco, actual prefecto del Azuay, hecha por el buró asumida a regañadientes por los integrantes de la misma Alianza en el Azuay, pero al fin, aceptada sin mayores reparos, en apariencia se fortalece para una posible reelección. La candidatura de Paúl Granda, vicealcalde de Cuenca, sin embargo, deberá superar, primero unas elecciones primarias en la que enfrentará a la de Fernando Pauta, ex gerente de ETAPA, y mano derecha de Fernando Cordero, al menos, cuando alcalde de la ciudad.
Esos son los cálculos y movimientos políticos en Alianza País, el partido de gobierno que aspirará a reproducir los porcentajes de votación obtenidos en elecciones anteriores que incluyen las consultas para la Nueva Constitución, y que en Cuenca fueron, particularmente, favorables al régimen.
Mientras se estructuran las precandidaturas que pulsarán en primarias, a las que también, es probable participe Humberto Cordero, como aspirante a la prefectura, quien preside la dirigencia de Alianza País en el Azuay; el candidato oficial a la alcaldía sigue siendo Marcelo Cabrera, alcalde de Cuenca. Y su binomio con mayores probabilidades es el actual gerente de ETAPA, Santiago López, quien ha sido su primer colaborador en más de 15 años en la administración pública.
Así planteadas las probabilidades pueden resultar con resultados sorpresivos, tanto en las primarias, como parte de la campaña del partido de gobierno; así como en las definitivas del mes de abril.
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