Las cadenas de los sábados y las encuestas marcan la difusión de las campañas
La imagen acapara la difusión de las campañas. Y es la imagen por la imagen, la que marca la exposición y promoción de la propaganda por el NO, el SI, el voto nulo y blanco.
Cuando se impone la imagen esta recurre a sus más bajas pasiones: el escándalo público, la sensibilidad, la búsqueda de antagonismos y, desde luego, la coyuntura inmediatista y emocional. Y esa ha sido la tónica observada en los medios.
La oferta de un debate de ideas sigue pendiente. Hay explicaciones para eso: el texto del proyecto constitucional es muy extenso 444 artículos y 30 disposiciones transitorias, 173 páginas; así como, los temas abordados corresponden a un vasto espectro de especialización que va desde la concepción del país, a los derechos, la inclusión de sistemas, educación, seguridad, salud, soberanía, naturaleza, tecnología, territorio, biodiversidad, conocimiento, producción, comunicación, protección, situación laboral, las libertades individuales y colectivas.
La carta pretende garantizar la participación ciudadana en la Corte Constitucional, el reconocimiento de la plurinacionalidad, la transparencia y el control social. Los sistemas de descentralización, las autonomías y la independencia de las funciones asignadas a los municipios, consejos y juntas parroquiales; entre otras tantas propuestas en lo administrativo, financiero, legal, estratégico, y de control y regulación de la cosa pública y privada.
Son tantas las aristas contenidas en el proyecto aprobado en Montecristi, que, como ejemplo, el sector progresista y liberal de la iglesia ha encontrado 101 razones para votar SI por la nueva Constitución; mientras su ala conservadora y su cúpula administrativa considera, en su interpretación, que los preceptos constitucionales son incompatibles con la fe, y por consiguiente innegociables. Se han referido básicamente a la garantía de la vida desde la concepción a la oposición a la práctica del aborto y a la unión homosexual. Y esta lectura sólo corresponde a los antagonismos mostrados por la iglesia y dentro de la iglesia. Hay otros sectores, políticos, empresariales, sociales, educativos, gremiales, laborales, que han expuesto los suyos o los que les son propios a su naturaleza e intereses.
En esta vorágine de información y mezcla de afectos y desafectos que ya han desbordado en la ofensa personal, la calumnia, el irrespeto y la violencia, los medios solo aciertan a la coyuntura. La novedad ha estado marcada por el día a día. En particular el sábado, en que el mandatario irrumpe en la escena con la cadena radial elevada a la notoriedad que una televisión ávida de emociones exige.
El show mediático es atizado cada lunes de inicio de semana con la exposición de los cálculos de intenciones del voto que, para sorpresa de muchos, inclina la balanza al rechazo ciudadano a la forma en la que se hicieron y se siguen haciendo las cosas, con la premura y desparpajo, que genera más dudas que confianza.
La pregunta que surge es de si quedarán los días suficientes para corregir las estrategias, apelar a la profundidad del análisis y al juicio esclarecedor en la cordialidad del debate de altura, con argumentos y explicaciones que permitan devolverle la confianza a la ciudadanía.
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