En qué escenario será posible la reconciliación
Sólo hay un escenario político que se avizora sea cual fuere el resultado tras las votaciones del domingo, la necesidad de reconciliación.
El triunfo de la afirmación o la negación dejará una profunda división entre los ecuatorianos y la reconciliación ocupará, sin son responsables, a los dos bandos que promovieron una y otra posición y la volvieron una confrontación sin cuartel y la redujeron al enfrentamiento verbal y hasta físico.
La pregunta que surge obligada es en qué escenario es posible esa reconciliación: el primero, enfrentaría un eventual triunfo del SI, con una diferencia arrolladora, que es la que promovió, con ventaja, y espera el régimen de Rafael Correa, ocupado también en recuperar aceptación popular para lo que vendría en el futuro: mantener una campaña para su reelección inmediata ya facultada en el nuevo texto. El segundo, el mismo triunfo del SI, pero con una diferencia mínima, que dejaría en un estado de equilibrio de las fuerzas que confrontaron en campaña y que las cabezas visibles fueron el líder socialcristiano, Jaime Nebot, alcalde de la ciudad portuaria de Guayaquil, también la más populosa y en la cual se entiende la autonomía como única posibilidad de progreso.
Para quienes entienden democracia como la imposición del criterio de la mayoría sobre una minoría sumisa y obediente; será mejor que la respuesta al SI sea arrolladora; pero para quienes la entienden como la posibilidad de ejercer soberanía del pueblo con la participación de todos, lo mejor que puede ocurrir es que la diferencia apenas sea mínima. Así la reconciliación y el ejercicio de la democracia quedará sujeto a la diferencia de los votos.
Tal y como entiende Rafael Correa el liderazgo, espera un triunfo contundente, porque piensa que las masas no están preparadas para tomar decisiones por ellas mismas. Pronunciamientos como esos los ha hecho públicos, en entrevistas de televisión. El otro escenario exigirá respeto por el criterio del otro, de la opinión del otro y de las opciones que los otros consideran válidas en la administración de un Estado.
Otra vez el escenario nos lleva a la búsqueda de los principios del punto medio, que ya los griegos consideraron el de la equidad y el equilibrio y que en la administración moderna se entiende como un instrumento y circunstancia de mediación en el que las partes ceden, respetan para encontrar aquellos acuerdos que los políticos llaman consensos, en los que unos y otros participan y se respetan.
También quedan otros dos ejercicios democráticos pendientes en el escenario. Los de democracia cristiana que busca conciliar los principios democráticos con la fe cristiana, que también entró en confrontación política bajo el ropaje de innegociable, y el de la democracia popular, pero en su acepción legítima y no usurpada por el oportunismo populista de la partidocracia. Me refiero a aquel régimen de los pueblos que han adoptado el comunismo como forma de gobierno.
sábado, 27 de septiembre de 2008
Los intermediarios de la democracia representativa en el Ecuador
El soporte de la democracia con intermediarios descalificados
Qué lejos de los preceptos democráticos nos colocó una campaña electoral que privilegió la permanente descalificación del otro.
La democracia directa, aquella acción en la cual el pueblo se gobierna a sí mismo fue anulada por la representación de una mayoría arrolladora, impositiva y autocrática.
Se sumó al aparato propagandístico toda la estructura burocrática de un régimen en búsqueda de reconocimiento social permanente; y los componentes de un endeble Estado convertido en justificativo de confrontación entre sus poderes; entre los cuales, solamente, se avizora la supervivencia de uno de ellos, el Ejecutivo, que ampliará su ejército de burócratas dispuestos a replicar un extraño modelo de gobierno socialista, de participación ciudadana y derechos en el discurso; pero estatista, regulador y justiciero, en la práctica.
Cómo entender la idea de un modelo de democracia directa, sin intermediarios; mientras el órgano representativo (Asamblea Constituyente) al que el pueblo encomendó la redacción de una Carta Magna, extralimitó los plazos y sus funciones y se constituirá en una instancia legislativa de amplios poderes, capaz de dictar mandatos, leyes y normas.
Tras una campaña que confundió la promoción informativa de contenidos constitucionales con la oferta demagógica y clientelar, con la reducción del discurso a la repetición de epítetos y consignas populistas: “pelucones”, “los mismos de siempre”, “los que permitieron el feriado bancario”, “la misma oligarquía”, “los hijos de la oligarquía”, manifestadas desde la posición oficial con el mismo énfasis que lo hicieron sus detractores en la oposición acusando al proyecto constitucional como “un adefesio”, “ resultado de la ineptitud”, “de la improvisación” y la “premura” y asegurando que será “abortista” y “promoverá la homosexualidad y la drogadicción”.
Y es que de la necesaria promoción de un texto de 444 artículos que debían conocerlo y entenderlo todos, se sobredimensionó el reparto de dos millones de ejemplares impresos en todos los modelos y tamaños y con el ilusorio convencimiento de que todos han sido leídos.
La democracia representativa en el Ecuador tiene los intermediarios que se merece: un mandatario mediático que nunca consiguió bajarse de la tarima y la notoriedad en las que la televisión privada, de la que ahora reniega, le colocara cuando fuera el locuaz ministro de Economía de Alfredo Palacio. Tanto gusta de los medios que rehabilitó el sistema nacional de información, y pensando en sí mismo lo llamó Ecuador TV; con la acción de la Agencia de garantías de Depósitos sumó dos más y a una de las estaciones llamó Gama TV. Es presentador de una cadena nacional de radio, que por arte de la multiplicación y los viejos hábitos periodísticos, los de pensar que la voz oficial debe ser pública, la reproducen y la interpretan durante la semana en una amplificación mediática que hace parecer el discurso oficial presidencial como la opinión pública.
Tanto se apartó la democracia representativa de la democracia directa, que durante el desarrollo de la campaña y en su cierre, quedó en evidencia que la única búsqueda fue una medición de fuerzas y popularidad entre las figuras únicas de Rafael Correa y Jaime Nebot, el eufórico alcalde de Guayaquil, ciudad en la que los medios colocaron, por su propia cuenta, el bastión del voto por el NO al modelo constitucional redactado en Montecristi, y, también el de rechazo al Mandatario.
Ya antes los dos líderes intermediarios de la democracia representativa han enfrentado y confrontado discursos y capacidad de convocatoria, en las calles y avenidas primero y el pasado jueves en los estadios.
Las dos figuras sólo representan un mismo modelo, el populista, capaz de usar la demagogia y arremeter con los más bajos recursos propagandísticos y de publicidad, para conseguir sensibilizar a las masas, sembrar en ellas la esperanza de cambio, de progreso, de crecimiento; pero también de odio, de rencor, de envidias y venganza. También es aquel recurso que alimentan los medios y en particular, la televisión, acostumbrada al sensacionalismo, a la trivialidad, al aburrimiento y el sopor de la programación de la que interpretan como realidad de entretenimiento, o “reality show”, un espectáculo en el que nadie ríe porque el escándalo que se muestra involucra sus propias vidas.
Qué lejos de los preceptos democráticos nos colocó una campaña electoral que privilegió la permanente descalificación del otro.
La democracia directa, aquella acción en la cual el pueblo se gobierna a sí mismo fue anulada por la representación de una mayoría arrolladora, impositiva y autocrática.
Se sumó al aparato propagandístico toda la estructura burocrática de un régimen en búsqueda de reconocimiento social permanente; y los componentes de un endeble Estado convertido en justificativo de confrontación entre sus poderes; entre los cuales, solamente, se avizora la supervivencia de uno de ellos, el Ejecutivo, que ampliará su ejército de burócratas dispuestos a replicar un extraño modelo de gobierno socialista, de participación ciudadana y derechos en el discurso; pero estatista, regulador y justiciero, en la práctica.
Cómo entender la idea de un modelo de democracia directa, sin intermediarios; mientras el órgano representativo (Asamblea Constituyente) al que el pueblo encomendó la redacción de una Carta Magna, extralimitó los plazos y sus funciones y se constituirá en una instancia legislativa de amplios poderes, capaz de dictar mandatos, leyes y normas.
Tras una campaña que confundió la promoción informativa de contenidos constitucionales con la oferta demagógica y clientelar, con la reducción del discurso a la repetición de epítetos y consignas populistas: “pelucones”, “los mismos de siempre”, “los que permitieron el feriado bancario”, “la misma oligarquía”, “los hijos de la oligarquía”, manifestadas desde la posición oficial con el mismo énfasis que lo hicieron sus detractores en la oposición acusando al proyecto constitucional como “un adefesio”, “ resultado de la ineptitud”, “de la improvisación” y la “premura” y asegurando que será “abortista” y “promoverá la homosexualidad y la drogadicción”.
Y es que de la necesaria promoción de un texto de 444 artículos que debían conocerlo y entenderlo todos, se sobredimensionó el reparto de dos millones de ejemplares impresos en todos los modelos y tamaños y con el ilusorio convencimiento de que todos han sido leídos.
La democracia representativa en el Ecuador tiene los intermediarios que se merece: un mandatario mediático que nunca consiguió bajarse de la tarima y la notoriedad en las que la televisión privada, de la que ahora reniega, le colocara cuando fuera el locuaz ministro de Economía de Alfredo Palacio. Tanto gusta de los medios que rehabilitó el sistema nacional de información, y pensando en sí mismo lo llamó Ecuador TV; con la acción de la Agencia de garantías de Depósitos sumó dos más y a una de las estaciones llamó Gama TV. Es presentador de una cadena nacional de radio, que por arte de la multiplicación y los viejos hábitos periodísticos, los de pensar que la voz oficial debe ser pública, la reproducen y la interpretan durante la semana en una amplificación mediática que hace parecer el discurso oficial presidencial como la opinión pública.
Tanto se apartó la democracia representativa de la democracia directa, que durante el desarrollo de la campaña y en su cierre, quedó en evidencia que la única búsqueda fue una medición de fuerzas y popularidad entre las figuras únicas de Rafael Correa y Jaime Nebot, el eufórico alcalde de Guayaquil, ciudad en la que los medios colocaron, por su propia cuenta, el bastión del voto por el NO al modelo constitucional redactado en Montecristi, y, también el de rechazo al Mandatario.
Ya antes los dos líderes intermediarios de la democracia representativa han enfrentado y confrontado discursos y capacidad de convocatoria, en las calles y avenidas primero y el pasado jueves en los estadios.
Las dos figuras sólo representan un mismo modelo, el populista, capaz de usar la demagogia y arremeter con los más bajos recursos propagandísticos y de publicidad, para conseguir sensibilizar a las masas, sembrar en ellas la esperanza de cambio, de progreso, de crecimiento; pero también de odio, de rencor, de envidias y venganza. También es aquel recurso que alimentan los medios y en particular, la televisión, acostumbrada al sensacionalismo, a la trivialidad, al aburrimiento y el sopor de la programación de la que interpretan como realidad de entretenimiento, o “reality show”, un espectáculo en el que nadie ríe porque el escándalo que se muestra involucra sus propias vidas.
jueves, 18 de septiembre de 2008
Ecuador: gasto al límite y las reservas bajo tierra
Ecuador: gasto al límite y las reservas bajo tierra
La crisis financiera mundial ha puesto al régimen con rostro de preocupación.
La primera víctima de esa crisis fue la ministra de Finanzas, Wilma Salgado, quien perdió la confianza del buró al haber anunciado que las cifras para ejecutar el proyecto de Montecristi, fraguado por los asambleístas para montar el escenario del cambio imaginado por los socialistas del siglo XXI, carecían de un financiamiento real.
Algo más de dos mil millones de dólares sería el costo de implementar el aparato estatal y la burocracia que hará posible el ideal del “sumac causay”, buen vivir. Pues para garantizar su éxito hace falta mucha plata, que el gobierno contaba tenerla de los excedentes que dejaban los buenos precios del petróleo.
Las finanzas son las que menos le han cuadrado al economista presidente y a su buró de idealistas asesores. Ya son, creo que, cuatro los ministros que han pasado por esa cartera, todos recibidos con entusiasmo y despedidos como “cobardes traidores”, o “ingenuos” sujetos a la manipulación de las “mafias de burócratas” enquistados en las instituciones. La inquietud es si será luego posible cambiar el orden interno establecido en la burocracia ya existente; una vez que con el nuevo modelo constitucional esta se multiplique.
La otra víctima de la crisis financiera global es la reserva monetaria. Otra pregunta es si en el país algo queda de ella. Pues la consigna de los gobiernos populistas siempre ha sido gastar todo lo que hay en subsidios, donativos, y compra de votos. Quedará algo para salvaguardar las finanzas públicas; ya que las privadas están sujetas a “prender velitas y encomendarse al santo de su devoción” como les ha aconsejado ayer el presidente Correa a los banqueros y empresarios. Y es más el nuevo texto, en un afán moralizador y justiciero, recalcó que nunca más y bajo ningún motivo el Estado volverá a cubrir el déficit del sector privado, pues cualquier forma de asistencia o intervención se asume como “atraco”.
La ex ministra Magdalena Barreiro, entrevistada en la televisión ha proyectado un escenario bastante crítico. Sin esperanza de créditos externos, con menores posibilidades de obtenerlos de países amigos como Venezuela, que en asuntos de dineros no está para hacer caridad a nadie, y con anuncios de dejar de pagar la deuda externa, sólo quedaría volver a implorar por una recuperación de los precios del petróleo y a una solución de la crisis financiera mundial. Caso contrario, otra alternativa es aguardar que salga el producto de Montecristi , empacarlo y guardarlo bajo siete llaves hasta esperar tiempos mejores, de vacas gordas, que permitan hacer realidad los ideales de esperanza y de cambio, con los cuales han engatusado a un electorado mayoritariamente indiferente a la lectura de los textos propuestos y bastante propenso a deslumbrase por los atributos físicos, actos de magia y palabras bonitas de los sátrapas.
La crisis financiera mundial ha puesto al régimen con rostro de preocupación.
La primera víctima de esa crisis fue la ministra de Finanzas, Wilma Salgado, quien perdió la confianza del buró al haber anunciado que las cifras para ejecutar el proyecto de Montecristi, fraguado por los asambleístas para montar el escenario del cambio imaginado por los socialistas del siglo XXI, carecían de un financiamiento real.
Algo más de dos mil millones de dólares sería el costo de implementar el aparato estatal y la burocracia que hará posible el ideal del “sumac causay”, buen vivir. Pues para garantizar su éxito hace falta mucha plata, que el gobierno contaba tenerla de los excedentes que dejaban los buenos precios del petróleo.
Las finanzas son las que menos le han cuadrado al economista presidente y a su buró de idealistas asesores. Ya son, creo que, cuatro los ministros que han pasado por esa cartera, todos recibidos con entusiasmo y despedidos como “cobardes traidores”, o “ingenuos” sujetos a la manipulación de las “mafias de burócratas” enquistados en las instituciones. La inquietud es si será luego posible cambiar el orden interno establecido en la burocracia ya existente; una vez que con el nuevo modelo constitucional esta se multiplique.
La otra víctima de la crisis financiera global es la reserva monetaria. Otra pregunta es si en el país algo queda de ella. Pues la consigna de los gobiernos populistas siempre ha sido gastar todo lo que hay en subsidios, donativos, y compra de votos. Quedará algo para salvaguardar las finanzas públicas; ya que las privadas están sujetas a “prender velitas y encomendarse al santo de su devoción” como les ha aconsejado ayer el presidente Correa a los banqueros y empresarios. Y es más el nuevo texto, en un afán moralizador y justiciero, recalcó que nunca más y bajo ningún motivo el Estado volverá a cubrir el déficit del sector privado, pues cualquier forma de asistencia o intervención se asume como “atraco”.
La ex ministra Magdalena Barreiro, entrevistada en la televisión ha proyectado un escenario bastante crítico. Sin esperanza de créditos externos, con menores posibilidades de obtenerlos de países amigos como Venezuela, que en asuntos de dineros no está para hacer caridad a nadie, y con anuncios de dejar de pagar la deuda externa, sólo quedaría volver a implorar por una recuperación de los precios del petróleo y a una solución de la crisis financiera mundial. Caso contrario, otra alternativa es aguardar que salga el producto de Montecristi , empacarlo y guardarlo bajo siete llaves hasta esperar tiempos mejores, de vacas gordas, que permitan hacer realidad los ideales de esperanza y de cambio, con los cuales han engatusado a un electorado mayoritariamente indiferente a la lectura de los textos propuestos y bastante propenso a deslumbrase por los atributos físicos, actos de magia y palabras bonitas de los sátrapas.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
En Guayaquil la campaña se volvió un asunto de antipatías y simpatías
En Guayaquil la campaña se volvió un asunto de antipatías y simpatías
Guayaquil es la única ciudad de Ecuador en la cual el debate se volcó de las pantallas a las calles. Pero no es un debate de reflexiones es la misma confrontación que inició el régimen contra el Partido Social Cristiano, que tiene colocados al alcalde de la ciudad más poblada del país y al prefecto provincial del Guayas.
Esta confrontación no es otra cosa que una continuidad de la puja por la popularidad que el régimen siempre puso a prueba en Guayaquil. Primero fueron las marchas de respaldo en la avenida Nueve de Octubre, luego la creación del Ministerio del Litoral para administrar la obra pública de manera directa y sin contar con la Alcaldía; finalmente una constante cadena de situaciones polémicas atizadas por los medios masivos.
La campaña por el referéndum siguió esa misma lógica y a los actores políticos tradicionales se sumaron: la iglesia, los estudiantes de universidades y colegios y en las últimas semanas los vecinos.
El gobierno ha conseguido con esta construcción de deliberado antagonismo circunscribir la tendencia por la negación en el voto en Guayaquil. Sin embargo es probable que la tendencia se presente también en las restantes ciudades de la costa, en particular en Machala. En la sierra la afirmación se fortaleció con esta evidente muestra de regionalismo.
La iglesia se juega su última carta en Guayaquil en donde, al parecer, la actitud de la cúpula coincide con la de los ciudadanos. Las misas campales son evidencia de esa posición alineada con la tendencia ; en el resto del país la iglesia prefiere aguardar en actitud contemplativa y de oración, excepto en sitios en donde la doctrina social se impone e inclina por el SI.
Se ha querido interpretar como una división en la iglesia, pero en realidad una institucionalidad tan fuerte, siempre se ha permitido y tolerado tendencias extremas en la práctica de la doctrina.
Quienes sí han perdido en esta campaña y han preferido esfumarse, fueron los partidos políticos, excepto la UDC, (Democracia Cristiana) que pautó propaganda por el NO; los demás no han atinado postura alguna.
Por su parte el gobierno también jugó su carta, aquella que todos sabíamos que la mantenía para casos extremos, como los de las últimas semanas en las cuales las tendencias parecían equiparase. La Comisión de la Verdad, aquella que indaga las supuestas violaciones de derechos humanos cometidas en el régimen de León Febres Cordero, emprende públicas diligencias, que por su naturaleza debían mantenerse en reserva. Aunque sus miembros han repetido que la notoriedad no tiene propósitos políticos; en la práctica resulta que su exhibición mediática influye.
Si la promoción de contenidos de la transformación constitucional estaba pendiente en los medios; con la difusión de las confrontaciones, de la aplicación de justicia mediática, de la delincuencia; la posibilidad de recuperar la información responsable ha quedado anulada.
Guayaquil es la única ciudad de Ecuador en la cual el debate se volcó de las pantallas a las calles. Pero no es un debate de reflexiones es la misma confrontación que inició el régimen contra el Partido Social Cristiano, que tiene colocados al alcalde de la ciudad más poblada del país y al prefecto provincial del Guayas.
Esta confrontación no es otra cosa que una continuidad de la puja por la popularidad que el régimen siempre puso a prueba en Guayaquil. Primero fueron las marchas de respaldo en la avenida Nueve de Octubre, luego la creación del Ministerio del Litoral para administrar la obra pública de manera directa y sin contar con la Alcaldía; finalmente una constante cadena de situaciones polémicas atizadas por los medios masivos.
La campaña por el referéndum siguió esa misma lógica y a los actores políticos tradicionales se sumaron: la iglesia, los estudiantes de universidades y colegios y en las últimas semanas los vecinos.
El gobierno ha conseguido con esta construcción de deliberado antagonismo circunscribir la tendencia por la negación en el voto en Guayaquil. Sin embargo es probable que la tendencia se presente también en las restantes ciudades de la costa, en particular en Machala. En la sierra la afirmación se fortaleció con esta evidente muestra de regionalismo.
La iglesia se juega su última carta en Guayaquil en donde, al parecer, la actitud de la cúpula coincide con la de los ciudadanos. Las misas campales son evidencia de esa posición alineada con la tendencia ; en el resto del país la iglesia prefiere aguardar en actitud contemplativa y de oración, excepto en sitios en donde la doctrina social se impone e inclina por el SI.
Se ha querido interpretar como una división en la iglesia, pero en realidad una institucionalidad tan fuerte, siempre se ha permitido y tolerado tendencias extremas en la práctica de la doctrina.
Quienes sí han perdido en esta campaña y han preferido esfumarse, fueron los partidos políticos, excepto la UDC, (Democracia Cristiana) que pautó propaganda por el NO; los demás no han atinado postura alguna.
Por su parte el gobierno también jugó su carta, aquella que todos sabíamos que la mantenía para casos extremos, como los de las últimas semanas en las cuales las tendencias parecían equiparase. La Comisión de la Verdad, aquella que indaga las supuestas violaciones de derechos humanos cometidas en el régimen de León Febres Cordero, emprende públicas diligencias, que por su naturaleza debían mantenerse en reserva. Aunque sus miembros han repetido que la notoriedad no tiene propósitos políticos; en la práctica resulta que su exhibición mediática influye.
Si la promoción de contenidos de la transformación constitucional estaba pendiente en los medios; con la difusión de las confrontaciones, de la aplicación de justicia mediática, de la delincuencia; la posibilidad de recuperar la información responsable ha quedado anulada.
martes, 2 de septiembre de 2008
La escuela del millón y medio de dólares
La escuela del millón y medio de dólares
“Qué bueno que en Ecuador ya haya el pizarrón digital”, la frase la escuché ayer de un entusiasta que tiene confianza en los cambios que anuncia el gobierno del Socialismo del Siglo XXI. Mi respuesta fue sí que bueno por esos 900 niños que asisten a la unidad educativa modelo que se construyó en un medio rural en el que entre otras carencias es secular la del sistema educativo.
Pero mi confianza no es la misma, pues todavía está viva la imagen el noticiario de la mañana en la que se mostraron las imágenes de un centenar de padres de familia que se tomaron las oficinas de la Dirección de Educación en Quito, en reclamo de nueve profesores para el plantel en cual se educan sus hijos. Y también pensé en aquellas escuelas en las que los niños reciben clases en pupitres de más de 30 años, según un inventario efectuado por una fundación y también mostrado por la televisión.
La unidad educativa modelo a un costo de un millón y medio de dólares también incluye un tutor digital, que dirige las clases desde aquel sonido hueco del altoparlante adherido al pizarrón, al que los niños escuchan, pero no ven. La tecnología digital ingresa al aula de clases con toda la despersonalización y deshumanización que eso representa. ¡Adiós! a la posibilidad de una educación imitativa de valores.
Quienes promueven este nuevo modelo de educación olvidan que la docencia se forja en la proximidad, en los afectos, en las iniciativas, en la confianza. En aquella mística y compromiso del profesor que se ocupa de las diferencias individuales y de aquella ética sustentada en el respeto al otro.
El pizarrón digital se muestra como la panacea de la salvación del sistema educativo, y frente al recurso tecnológico se coloca a niños de comunidades rurales que hasta antes de semejante inversión concurrían a las aulas unidocentes, de un solo ambiente, con piso de tierra y sin techo. En donde un solo profesor turnaba su tiempo en la enseñanza de seis grados.
En la promoción de la unidad educativa virtual no faltó la comparación provocadora: “El torneo Mis Universo nos costó 14 millones, con ese dinero pudimos haber construido 10 unidades como estas”. Sí, es cierto, pero también se podrían hacer relaciones similares con los millones de dólares que se gastan en la compra de máquinas de guerra con el único propósito de adular, y los 180 millones de dólares que costó el proyecto constitucional, ni que decir de la millonaria campaña de promoción propagandística con la que se intenta convencer que el proyecto tiene buenos propósitos y que los errores que filtraron fueron de buena fe.
Malas son las comparaciones, pero necesarias: un millón y medio de dólares es el presupuesto con el que cuentan una buena parte de los pequeños municipios del país y con el cual, entre otros fines, deben construir escuelas, reparar sus techos, colocar letrinas, pintar pizarrones sobre las paredes y dotar de tizas y maestros para que millones de niños reciban la instrucción básica y tengan la esperanza de alcanzar la formación suficiente que un día les hará libres.
“Qué bueno que en Ecuador ya haya el pizarrón digital”, la frase la escuché ayer de un entusiasta que tiene confianza en los cambios que anuncia el gobierno del Socialismo del Siglo XXI. Mi respuesta fue sí que bueno por esos 900 niños que asisten a la unidad educativa modelo que se construyó en un medio rural en el que entre otras carencias es secular la del sistema educativo.
Pero mi confianza no es la misma, pues todavía está viva la imagen el noticiario de la mañana en la que se mostraron las imágenes de un centenar de padres de familia que se tomaron las oficinas de la Dirección de Educación en Quito, en reclamo de nueve profesores para el plantel en cual se educan sus hijos. Y también pensé en aquellas escuelas en las que los niños reciben clases en pupitres de más de 30 años, según un inventario efectuado por una fundación y también mostrado por la televisión.
La unidad educativa modelo a un costo de un millón y medio de dólares también incluye un tutor digital, que dirige las clases desde aquel sonido hueco del altoparlante adherido al pizarrón, al que los niños escuchan, pero no ven. La tecnología digital ingresa al aula de clases con toda la despersonalización y deshumanización que eso representa. ¡Adiós! a la posibilidad de una educación imitativa de valores.
Quienes promueven este nuevo modelo de educación olvidan que la docencia se forja en la proximidad, en los afectos, en las iniciativas, en la confianza. En aquella mística y compromiso del profesor que se ocupa de las diferencias individuales y de aquella ética sustentada en el respeto al otro.
El pizarrón digital se muestra como la panacea de la salvación del sistema educativo, y frente al recurso tecnológico se coloca a niños de comunidades rurales que hasta antes de semejante inversión concurrían a las aulas unidocentes, de un solo ambiente, con piso de tierra y sin techo. En donde un solo profesor turnaba su tiempo en la enseñanza de seis grados.
En la promoción de la unidad educativa virtual no faltó la comparación provocadora: “El torneo Mis Universo nos costó 14 millones, con ese dinero pudimos haber construido 10 unidades como estas”. Sí, es cierto, pero también se podrían hacer relaciones similares con los millones de dólares que se gastan en la compra de máquinas de guerra con el único propósito de adular, y los 180 millones de dólares que costó el proyecto constitucional, ni que decir de la millonaria campaña de promoción propagandística con la que se intenta convencer que el proyecto tiene buenos propósitos y que los errores que filtraron fueron de buena fe.
Malas son las comparaciones, pero necesarias: un millón y medio de dólares es el presupuesto con el que cuentan una buena parte de los pequeños municipios del país y con el cual, entre otros fines, deben construir escuelas, reparar sus techos, colocar letrinas, pintar pizarrones sobre las paredes y dotar de tizas y maestros para que millones de niños reciban la instrucción básica y tengan la esperanza de alcanzar la formación suficiente que un día les hará libres.
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